Comentario
CAPITULO XLVIII
Recibe el V. P. Junípero la facultad Apostólica para confirmar:
ejercítala en su Misión, y se embarca para hacer lo
mismo en las Misiones del Sur.
Habiendo llegado el V. P. Presidente Fr. Junípero a la California con los quince Compañeros el año de 68, como queda dicho en el Capítulo 13, en cuanto tomó posesión de aquellas Misiones, que administraban los Padres de la Compañía de Jesús, enterado del estado de ellas, halló entre los papeles de dichos Padres la facultad que les había concedido Ntrô. S. Padre el Señor Benedicto XIV de poder confirmar, en atención a la gran dificultad de pasar a la California algún Illmô. Señor Obispo. Considerando el V. Prelado, que subsistía la misma dificultad, le entró el escrúpulo de que los Neófitos se privasen de tanto bien, y así no quiso ser omiso en procurar la misma facultad; para lo que escribió al R. P. Guardián, remitiéndole la Bula del Sr. Benedicto, a fin de que por medio del R. P. Prefecto de las Misiones, se pidiese a la Silla Apostólica la dicha facultad, representando los mismos motivos que representaron los Padres Jesuitas.
Quien ve que el R. P. Junípero solicita la facultad que es peculiar y ordinaria a los Señores Obispos, ¿no dirá o juzgará que mucho más anhelaría a la alta y honrosa diginidad Episcopal? Pero estuvo tan lejos de apetecerla ni de desearla, que antes bien su profunda humildad y fervorosos deseos de trabajar en la Viña del Señor le hizo arbitrar medios para huir de ella. Habiendo dado noticia a S. R. después de la Conquista y Establecimiento de Monterrey que un Palaciego o Cortesano de Madrid había escrito al R. P. Guardián de nuestro Colegio, que lo era el que es hoy Señor Obispo del Nuevo Reino de León, el Illmô. Señor Verger, de que al R. P. Junípero se le esperaba una grande honra: luego que supo esta noticia, receloso S. R. de no perder delante de Dios el mérito de lo que había trabajado para estas espirituales Conquistas, recibiendo el premio en el mundo por dicha honra que se le vaticinaba, hizo luego S. R. propósito (no digo voto, aunque a esto me inclino, porque no se me explicó claramente) de no admitir empleo alguno (mientras estuviera en su libertad) que lo imposibilitase el vivir en el ministerio Apostólico de Misionero de Infieles, y de derramar su sangre por su conversión, si fuera la voluntad de Dios.
No se contentó el humilde Padre con sólo esto, sino que procuró poner otros medios para impedir lo que se podía recelar, y fue, que en cuanto tuvo dicho recelo, paró en escribir a quien podía alcanzarle tal honra y dignidad. Después del Descubrimiento, y Poblaciones de los Puertos de San Diego y Monterrey recibió una Carta de Madrid de un Personaje de aquella Corte, que jamás había conocido ni oído nombrar, en la que le decía: Que le constaba que S. R. estaba muy ameritado para el Rey y su Real Consejo: que viese si se le ofrecía alguna cosa, que estaba pronto para servirle, que se valiese de él, que sería su buen Agente. Leyó su Reverencia la Carta, y entendiendo a lo que se encaminaba, le respondió de modo que más podía servirle de Fiscal para el intento, que no para Agente.
De lo dicho se puede inferir si anhelaría el R. P. Junípero a la Dignidad, o grande honra que le profetizaba el Cortesano. Lo que sí deseaba con vivas ansias, era la facultad de confirmar, no para sí, sino para alguno de los Misioneros, para que andando por las Misiones confirmara a los efectos de este Santo Sacramento.
Corrió la diligencia en la Curia Romana el R. P. Prefecto, y se dignó la Santidad de N. S. Padre el Señor Clemente XIV de concederla el día 16 de julio de 1774 por el tiempo de diez años al R. P. Prefecto de Misiones y a un Religioso de cada uno de los cuatro Colegios que nombrase dicho P. Prefecto. Comunicándole la misma facultad obtuvo este Breve Apostólico el Pase del Real Consejo de Madrid; y en México el del Exmô. Señor Virrey y el Real Acuerdo, y llegado por estos pasos a manos del R. P. Prefecto, nombró por lo que pertenecía a las Misiones del Colegio de San Fernando por Patente de 17 de octubre de 1777, sellada y refrendada de su Secretario, al P. Fr. Junípero Serra, Presidente que era de estas Misiones, y a su Sucesor; la que recibió S. R. a últimos de junio de 78.
En cuanto el V. P. Junípero recibió la Patente con la facultad Apostólica para confirmar, enterado de las instrucciones de la Sagrada Congregación para el uso de ella, no quiso tenerla ociosa; y así el día primero festivo que se siguió después del recibo de ella, que fue el día de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, después de haber cantado la Misa, y hecho una fervorosa Plática del Santo Sacramento de la Confirmación, dio principio en su Misión de San Carlos, confirmando a los Párvulos mientras iba preparando, e instruyendo, y disponiendo a los Adultos; en cuyo ejercicio, y en confirmar a los dispuestos se empleó hasta el 25 de agosto, que se embarcó en la Fragata que había traído las memorias y víveres, y bajaba a San Diego con el fin de practicar lo mismo en aquella Misión, y demás del rumbo del Sur.
Llegó a San Diego el 15 de septiembre después de veintitrés días de navegación, que la hicieron más larga los vientos contrarios. Detúvose en la Misión de San Diego hasta el 8 de octubre, en cuyo tiempo confirmó a los Neófitos de ella, y a los hijos de la Tropa que carecían de este Sacramento; y concluido en ella se fue subiendo de Misión en Misión practicando lo mismo; y el 5 de enero de 1779 llegó a su Misión de San Carlos cargado de méritos y de trabajos, que para ello padeció en tan largo camino con el habitual accidente del pie, del que no sentía mejoría.